En la emblemática película de Luchino Visconti “El Gatopardo”, disfrutamos de varios almuerzos, comidas en el campo y cenas, sin embargo la más memorable de todas estas escenas gastronómicas es la comida que tiene lugar durante el baile de gala.
Esta comida ocupa casi la mitad de la película y tomó al maestro largas jornadas de trabajo: resulta que en el calor del palazzo seleccionado para grabar, las tomas debían hacerse durante la noche, y Visconti, socialista y aristócrata, exigía que la comida fuera real y recién preparada para que los cientos de extras y los protagonistas de la cinta pudieran comer en las tomas en que era necesario hacerlo.
Total que la hermosa y jovencísima Claudia Cardinale pasó noches en vela en las pautas de grabación esperando que la comida saliera, lista y humeante, de las cocinas que se habían improvisado en los sótanos.
Esta semana fui invitado, junto a un grupo de Food Critics, a almorzar en el Astrid y Gastón, según entendí para conocer las nuevas inspiraciones de la cocina de este conocido y costoso restaurante, parte de la franquicia internacional concebida por el peruano Gastón Acurio.
Luego de sobrevivir a la guarimba de los “sin techo”, que incluía hasta a una medallista olímpica, comenzó la verdadera experiencia: un menú de 7 platos servidos. Que iban desde un cebiche hasta el postre, total: tres entradas, tres principales y un postre.
Luego de convocar a las 11:45 a.m. al fin hacia las 2 de la tarde comenzó la degustación, mas allá de si la comida estaba salada o no (en realidad mucha de la comida estaba pasada de sal), si estaba sobre cocida o no (según algunas voces de la gente bella la quinoa y el pescado y los calamares estaban cocidos de más), en mi memoria solo queda el avance astronómico que nos mostraron: permitir que pudiéramos hacer la digestión de cada plato antes comer el siguiente, ¿en qué me baso para decir esto? que entre plato y plato esperábamos algo así como 40 o 45 minutos…. Como comprenderán terminamos con el postre hacia las 5 de la tarde… en fin se hizo ETERNA la comida, lo que me sirvió para imaginarme como se sentían Cardinale y Lancaster mientras esperaban pacientemente la comida para la siguiente toma de El Gatopardo.
Un elemento a resaltar es que solo estaban muy buenos el primer plato y el postre, otra novedad gastronómica, por aquello de “lo primero me levanta la expectativas sobre lo bueno que vendrá después” y “lo último es lo que más recuerdo” así que no importa lo que estaba en el medio…
A la final, después de oír los comentarios sobre el mal estado de las finanzas del local igual les agradezco que me hayan invitado a revivir la atmosfera Viscontiana en Las Mercedes