
Recientemente se llevó a cabo el premio Eureka al futuro chef, evento en que participó un número importante de escuelas de cocina de Caracas y del interior del país, convocadas por la Asociación de Chefs, Cocineros y Afines de Venezuela.
Pero yo me pregunto, ¿qué tipo de profesionales estamos formando en las escuelas? ¿Qué aprenden allí los muchachos? A juzgar por los platillos elaborados en la competencia, carecen de técnica, de visión, de criterio y lo peor de todo, es que los dueños de las escuelas los enaltecen como si fueran Adriá, Bocuse, Robuchon, Ducasse, Santamaría, Arzak; creándose una especie de dinámica perversa porque los estudiantes jóvenes e inexpertos, en su gran mayoría, se deja deslumbrar por la posibilidad de una carrera, que en Venezuela se promociona como de reconocimiento rápido y con gran exposición mediática.
Nunca fue tan cierto aquello que para correr, primero hay que aprender a gatear. Entristecía ver aquellos platillos que en primer lugar, no resultaban nada apetitosos a la vista, mal cortados, terriblemente plateados. Porque lo que no se ha terminado de entender es que una escuela de cocina no forma “chefs”, le da herramientas a los estudiantes para que emprendan ese camino en los fogones, es decir, forma cocineros.
Numerosos son los casos de egresados de algunas escuelas que llegan con ínfulas de estrella a cualquier cocina y no tienen ni idea de cómo deshuesar pollo, filetear pescado o escoger los ingredientes, incluso sin conocimientos de preparaciones de cocina clásica, incluida la criolla.
Ojalá existiera un Ministerio de Educación serio que supervisara los programas de las escuelas, porque estamos hablando de la educación de los muchachos, y son pocos los que luego logran sobrevivir a sus propias escuelas y emprender una carrera sólida en el mundo gastronómico.
La iniciativa de una competencia de este tipo es buena, ojalá se siga llevando a cabo. Pero hay que enfocarse en la formación de los cocineros con mayor seriedad y visión, aclarando desde el primer día que es una carrera dura qué lo exige todo y no siempre recompensa en la misma medida. Allí tiene que poner su atención la misma Asociación de Chefs, Cocineros y Afines, el problema es “¿quién le pone la cascabel al gato?”.